Crónica de Nick Cave en Madrid: lo de siempre pero mejor
Nick Cave lo ha vuelto a hacer. Ha vuelto a demostrar que todas las desgracias, la pérdida de su hijo Arthur que falleció en 2015 a los 15 años de edad tras caer de un acantilado cerca de la casa familiar en la costa de Brighton (Inglaterra), y siete años después su otro hijo, Jethro Lazenby, a los 31 años, ni todas las drogas que ha tomado, recordemos que Cave fue adicto durante gran parte de las décadas de los 80 y 90 a la heroína, han servido para dejar fuera de juego a Nick Cave. Un hombre de 67 años que está en plena forma y nos hizo subir y bajar, en lo que a emociones se refiere, como si estuviéramos en la mismísima Kingda Ka, la montaña rusa más alta del mundo y también la que tiene una mayor caída a 206km/h.
El otro día leía que los chicos de ‘El niño gusano’ tenían la teoría de que “Si al escuchar una canción mueves la cabeza de atrás hacia delante, es rock. Si mueves la cabeza de lado a lado, es pop”. Y cuento esto, porque en el concierto del viernes en el WiZink Center me encontré a mí misma moviendo la cabeza para todos los lados. ¿Qué estaba escuchando? ¿Era rock?, ¿pop? ¿gospel?, ¿electrónica?… Sea lo que sea, nos gustó.
El comienzo del concierto interpretando “Frogs”, no fue solo un saludo, sino toda una declaración de intenciones de lo que nos esperaría esa noche frente al chamán australiano y sus secuaces The Bad Seeds.
No había pasado ni media hora y el bueno de Nick ya parecía el mejor amigo del novio en una boda. Con el traje abierto y la corbata medio suelta, en el paso previo a ponérsela en la cabeza. Obviamente en ningún momento sucedió, aunque sí que finalmente se la quitó para terminar de (casi) partirse la camisa con sus oros al cuello.
“Wild God” fue el segundo de una larga de lista de canciones extraídas de su último disco con el mismo nombre. Si en otras ocasiones, a veces, fastidia que un artista interprete tantas de su último trabajo, en este caso no nos importó para nada, porque en 2 horas y media de espectáculo hubo tiempo para todo. Desde volvernos locos con “Tupelo” o “Jubilee Street” hasta emocionarnos con la preciosa “Bright Horses” donde Warren Ellis acompañó con unos sorprendentes coros agudos. Esta vez no iba descalzo como en conciertos anteriores, a los que había asistido, pero mi madre, igualmente, lo hubiera confundido con el mendigo del Carrefour 24h de mi barrio. No puedo ser más fan de este hombre, lo mismo te aporrea un violín atronador, que hace como Niccolo Paganini, el violinista más virtuoso de la historia. Además, ¿cuántos instrumentos es capaz de tocar?
Los primeros acordes de la mágica “I Need You”, con Nick Cave solo al piano, ya me hicieron llorar y llevaba aguantándome varios conatos de llanto a lo largo del concierto. 4 minutos de puro sentimiento, de amor desgarrador, que me llevaron a recordar lo afortunada que soy de tener a tantas bellas personas a mi alrededor.
En la recta final del concierto pudimos disfrutar de otro momentazo. Era la primera canción del primer bis y Nick Cave comenzó silbando, como un pajarillo, “O Wow O Wow (How Wonderful She Is)”. En las enormes pantallas, un acierto, por cierto, aparecen unas preciosas imágenes de Anita Lane con unos audios también de la que fuera miembro de The Bad Seeds y falleció en 2021.
Para ese momento ya intuías que lo bueno se iba a terminar y no nos equivocamos. La traca final llegó con “The Weeping Song” donde el bueno de Nick dirigió al público como el maestro de orquesta en el concierto de Año Nuevo en Austria. Si lo has visto alguna vez te puedes hacer una idea. Y todo terminó con esa especie de nana “Into my arms” con el respetable coreando, porque es inevitable, su melodía y su letra te atrapan y te toca.
Ahí se dieron las luces y despertamos, como si hubiéramos estado anestesiados durante todo este concierto del que no se puede decir lo típico de «ha ido de menos a más» porque ha sido un más desde el minuto cero hasta el final del repertorio. Casi dos horas y media que podrían haberse alargado porque nadie quería salir del sueño y volver a la realidad.
Crónica de Nick Cave en Madrid: lo de siempre pero mejor
Por: Arrate Tielve
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