El legendario Ozzy Osbourne, vocalista de Black Sabbath y figura esencial en la historia del rock, falleció el pasado 22 de julio a los 75 años, dos semanas después de su emotivo concierto de despedida. Aunque durante años arrastró severos problemas de salud, como lesiones medulares y Parkinson, no se había revelado oficialmente la causa de su muerte… hasta ahora.

Según el certificado de defunción, archivado en Londres por su hija Aimée y revelado por The Sun y The New York Times, el icónico artista murió por una combinación letal de parada cardíaca, infarto agudo de miocardio, enfermedad arterial coronaria y Parkinson con disfunción autonómica.

El funeral tuvo lugar el 30 de julio en Birmingham, su ciudad natal. El cortejo fúnebre fue seguido por miles de fans que llenaron las calles para rendir tributo al Príncipe de las Tinieblas. La ceremonia privada contó con la presencia de su esposa Sharon y sus hijos Aimée, Kelly y Jack, quienes se acercaron al lugar donde los seguidores habían depositado flores y recuerdos.

Jack Osbourne expresó su dolor en Instagram con un emotivo mensaje: «Tuve el privilegio de llamarlo papá. Vivió su vida completamente». Citó a Hunter S. Thompson para resumir la esencia de su padre: «La vida no se trata de llegar intacto al final, sino de derrapar exhausto y gritar: ‘¡Qué viaje!’».

Kelly, por su parte, agradeció el apoyo recibido: «El dolor viene en oleadas, pero el amor de la gente ha hecho la diferencia». También recordó que durante el concierto final de Black Sabbath se comprometió en matrimonio, dando aún más significado al evento.

El guitarrista Tony Iommi confesó: «Ha sido difícil aceptar su partida. Sigo pensando que está ahí». Y no es el único. Para muchos, Ozzy Osbourne no ha muerto: simplemente ha pasado al Olimpo eterno del rock.

Redacción (Agencias)