Leiva, en su lucha por mantener la voz
Leiva no se detiene. Canta, compone, produce y pelea contra todo pronóstico. Aunque su voz —su herramienta más preciada— atraviesa un momento delicado por un problema irreversible en una de sus cuerdas vocales, el músico madrileño asegura estar viviendo su mejor etapa: “Tengo una vida muy privilegiada”, reconoce con una sonrisa tranquila.
Con su inseparable sombrero, botas blancas y un vaso de agua (siempre sin hielo) entre las manos, Leiva se muestra cercano y agradecido. La operación de garganta, las limitaciones y las afonías recurrentes son parte de su día a día, pero también el impulso para seguir adelante:
“Empiezo a entender los límites de mi voz y qué cosas me la juegan. Es incómodo, pero puedo seguir cantando, y eso ya es una suerte”.
El artista repasa su trayectoria en el documental Hasta que me quede sin voz, que llega a los cines este viernes. Dirigido por sus amigos Mario, Lucas y Sepia, el filme sigue a Leiva desde 2023 en un viaje íntimo que combina conciertos, confesiones y momentos de vulnerabilidad. Desde aquel accidente que le costó un ojo con solo 12 años, hasta su despertar musical con Malahierba, el éxito junto a Pereza o la creación de su último álbum, Gigantes.
Aunque siempre ha mantenido su vida personal lejos de los focos y no usa redes sociales, el músico accedió a mostrar su historia desde dentro. “Durante mucho tiempo dije que no quería hacerlo, pero este proyecto está hecho desde el cariño. No hay nada que vender, es un retrato honesto”, explica.
El documental ofrece una versión más humana del artista y desmonta la idealización del rockstar:
“Me gusta que se entienda que mi vida es normal, que hay suerte y casualidades detrás del éxito. No todo es esfuerzo y constancia”.
A sus 45 años, Leiva atraviesa una etapa de introspección. Busca el equilibrio entre la calma que necesita para cuidar su salud y el movimiento que le inspira a componer:
“Las canciones no nacen en la serenidad. En casa no hay muchas canciones, necesito salir, moverme”.
Desde su refugio en la sierra madrileña, observa con cierta distancia el ritmo frenético del mundo actual y la presión de las redes: “Si tuviera que leer todo lo que opinan sobre mí, sería profundamente infeliz. Vivimos en una especie de locura colectiva”.
Aun así, no le pierde la fe al futuro. Se imagina dentro de cinco años girando por el mundo y estrenando nuevas canciones, siempre fiel a sí mismo y a esa búsqueda constante de equilibrio.
“La felicidad no son los picos. Es poder estar tranquilo, incluso cuando las cosas no van perfectas. Profesionalmente estoy en mi mejor momento. Personalmente… también estoy bien, y eso ya es mucho”.
Redacción (Agencias)
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