Katy Perry, de fabricar éxitos a pasar de puntillas en las listas a pesar de su empeño
Los tres sencillos del nuevo disco de Katy Perry no hacían presagiar nada bueno. Woman’s World, Lifetimes y I’m His, He’s Mine no fueron bien acogidos ni por la crítica ni por el público.
Especialmente despiadada fue la recepción de la primera de sus canciones, la que anunciaba su regreso y que pretendía convertirse en un himno feminista, de la que la crítica de The Guardian dijo «me hacía sentir más estúpida cada vez que la escuchaba» y la publicación especializada NME catalogó como «el single de regreso más desastroso de los últimos tiempos».
Poco o nada cambió la opinión de la mayoría cuando el 20 de septiembre, tras semanas de intensa promoción, salió su nuevo álbum 143 —código usado para decir I love you—. Muchas voces consideran que este trabajo es el ocaso de la que fue la gran estrella de los primeros 2000, que su música ha quedado «anclada en el pasado» y que el disco tiene pocos destellos de «genialidad» resultando «aburrido». Para Rolling Stone, las letras de sus nuevas canciones están «llenas de clichés y rimas estereotipadas».
Además de toda esta ola de comentarios negativos sobre su música, también fue censurada su decisión de elegir de nuevo a Dr Luke como productor de su disco, después de que la cantante Kesha le denunciase en 2014 por abuso sexual, emocional y físico durante el año 2005. «La verdad es que escribí estas canciones a partir de mi experiencia de toda mi vida pasando por esta metamorfosis, y él fue una de las personas que ayudó a facilitar todo eso; uno de los escritores, uno de los productores», explicó sobre el asunto en el podcast Call Her Daddy.
A pesar de ello, 143 consiguió entrar al número 6 en las listas de Estados Unidos, Reino Unido e Italia. En España llegó al número 3 y entró en el top ten en Bélgica, Nueva Zelanda y Escocia.
Un disco precedido de otro fracaso y varias polémicas
«Desafortunadamente, todo el tiempo salen álbumes pop aburridos y sin inspiración, y muchas estrellas pop de la misma edad que Perry también han tenido que lidiar recientemente con una disminución de las ventas. Era muy poco probable que un nuevo álbum lanzara a Perry, quien en los últimos años ha aparecido como juez en American Idol, de regreso al epicentro del pop», escribe Lindsay Zoladz, crítica musical de The New York Times, en un artículo en el que se pregunta si de verdad es tan malo 143.
Para la periodista, «sin duda, carece de la chispa, la personalidad y el ingenio exagerado que caracterizaron a Teenage Dream, el gran éxito de ventas de Perry en 2010. Pero ninguna de las canciones de 143 es tan ostentosamente horrible como algunos de los fracasos anteriores de Perry, como, por ejemplo, Bon Appétit, el punto más bajo de su álbum de 2017, Witness, con la asistencia de Migos, o la canción de su lanzamiento de 2013, Prism, en la que cantó sobre una noche de fiesta haciendo Mariah Carey-oke».
Efectivamente, la decadencia de Katy Perry no ha empezado ahora. Sus dos anteriores álbumes, Smile, en 2020, y Witness, en 2017, ya consiguieron indiferentes críticas y tibia recepción.
A ello, seguramente, contribuyeron las polémicas en las que se vio envuelta la californiana y que inevitablemente le afectaron musicalmente.
Como su enemistad con Taylor Swift, a partir del abandono de tres de sus bailarines para irse a trabajar con Katy Perry, que le supuso críticas de poco feminista. O como el chiste en la alfombra roja de los Grammy 2017 en clara alusión a Britney Spears —»Estoy cuidando mi salud mental, todavía no me he rapado la cabeza»—, que tampoco sentó nada bien. Y como su colaboración con el grupo de hip-hop Migos, abiertamente homófobo, que impulsó el cuestionamiento de su compromiso con el colectivo del que había presumido en tantas ocasiones.
Pero fue la gran estrella del pop
Lejos quedan aquellos cinco años, entre 2008 y 2015, cuando sus tres discos One of the Boys,Teenage Dream y Prism la colocaron en la cima de la popularidad a nivel internacional gracias a su poderosa voz, sus letras transgresoras y sus espectaculares conciertos.
El éxito de Katy Perry por aquel entonces se tradujo en varios récords. Con su tercer disco, Teenage Dream, consiguió colocar cinco canciones en el número uno de Billboard Hot 100, algo que sólo había conseguido Michael Jackson con su álbum Bad. Hace solo unos meses, el vídeo musical deRoar supera los 4 mil millones de visualizaciones en YouTube siendo el videoclip de una artista femenina más visto en la plataforma, superando a Taylor Swift y Shakira. Además, hasta 2023 ha sido la persona con más seguidores en Twitter, más de 100 millones, hasta que fue adelantada por Rihanna —más de 108.000 seguidores—.
También fue superada en 2023 por la de Barbados en audiencia del show de medio tiempo de la Super Bowl, ocho años después, eso sí.
El espectáculo de Katy Perry en 2015, en el University of Phoenix Stadium, con sus animales gigantes, los fuegos artificiales y los cuatro cambios de vestuario en 12 minutos, alcanzó una nueva dimensión. Fue visto por 118.5 millones de espectadores y generó más de tres millones de tuits.
Ese derroche de color, el subidón que alcanza en el escenario, el exceso de bromas desactualizadas y el estancamiento en el estilo musical y en el estilo estético son para Spencer Kornhaber, crítico musical de The Atlantic y autor de On Divas, los ‘culpables’ de la violenta caida de la cantante.
«Los millennials ya no lideran la cultura como hace diez años. Y Katy Perry es una de las artistas más millennial que existen: lo intentaba muy fuerte, era autoconsciente, sabía venderse, cuidaba mucho su imagen, aparecía siempre impoluta, se le daba bien la marca personal y tenía ideas vagamente progresistas pero en el fondo era institucionalista. Trabajaba muy dentro del sistema. La gente joven ya no se cree lo de que todo irá bien si operas dentro del sistema. Entre la juventud post-Covid se lleva un nihilismo superirónico e incluso radical. Y no hay nada menos nihilista que Katy Perry», argumenta Kornhaber.
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